El fundador de Invisible Desing Lab, Kenjiro Matsuo, comparte con algo más que el nombre con Basho Matsuo, considerado uno de los más grandes poetas japoneses de la historia y principal impulsor del haiku como forma poética. Al igual que él, Kenjiro está convencido de que la música se encuentra en todas partes: sólo hay que saber escucharla. Y también como Basho es capaz de obtener su inspiración con los elementos que la naturaleza pone a su alcance. Así lo demostró hace años cuando, con 413 piezas construidas con la madera de árboles caídos en un bosque, construyó un xilófono de 44 metros de largo. Las piezas estaban ensambladas de tal forma, que dejando caer una bola también de madera se escuchaba una composición de Johan Sebastian Bach.
Madera o silicio, da igual. Lo importante es cómo suena y los sentimientos que despierta en quien escucha la música. Por eso Kenjiro Matsuo es capaz de saltar de los árboles a los robots para crear nuevas composiciones. Una de sus últimas aventuras fue la construcción de una orquesta robótica junto al DJ y productor de música electrónica Squarepusher, con quien grabó el EP “Music for robots”. La banda únicamente tiene dos músicos, pero es más que suficiente: un guitarrista con 78 dedos y que toca dos guitarras, y un batería con 22 brazos e idéntico número de baquetas. El resultado es que son capaces de ejecutar “notas imposibles para un ser humano, porque necesitaría tener tres o cuatro manos”.
Lo asombroso del proyecto es que los robots no se quedan recluidos en un estudio de grabación; pueden actuar en directo mostrando poses de estrellas del rock. La próxima frontera, explica Matsuo, es intentar capturar lo invisible, los sentimientos humanos, para que interactúen con los músicos robóticos: “ahora mismo no es posible, pero es algo necesario. Tendríamos que conseguir información de los humanos que podamos transferir a los robots”. De esta forma, aclara, expresaría emociones verdaderas. Tal vez haya que recurrir de nuevo a la poesía para entender lo que Matsuo quiere expresar, y que ya predijo, cómo no en un haiku, Jorge Luis Borges:
“Callan las cuerdas. / La música sabía / lo que yo siento.”
Texto: J. L Álvarez Cedena
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