La pasión por la ciencia de Javier García provocó más de un accidente doméstico en su casa cuando era un niño. Algunos apagones y varias cortinas quemadas durante la infancia dejaron constancia de que lo suyo era la experimentación y que, puestos a jugar con cosas peligrosas, mejor hacerlo en un laboratorio. Ahora, cuatro décadas después, casi vive en él. Director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante, vicepresidente del consejo de tecnologías emergentes del Foro de Davos y fundador de Rive Technology, empresa nacida a través del MIT que consiguió una financiación de 47 millones de dólares, el objetivo que se ha puesto a sí mismo Javier García no es sencillo: ayudar a cambiar la forma en que generamos y consumimos la energía que necesitamos en todo el planeta. Así lo explicaba en un artículo que publicó en febrero de 2013 en el Washington Post: “El verdadero desafío es encontrar la forma en que nuestra sociedad realiza la transición de un sistema de producción lineal, donde las materias primas son utilizadas, pero raramente o nunca reutilizadas, a una economía circular, en la que la basura es reintroducida en la cadena de producción. Establecer una economía circular minimizará la necesidad de recursos y reducirá nuestro impacto sobre el medio ambiente”.
Lo que abrirá las puertas a esta nueva “revolución industrial”, tal y como la denomina el científico español, es la nanotecnología, un término que comienza a estar de moda. Pero, explica Javier García, contrariamente a lo que solemos imaginar, la nanotecnología “no consiste en hacer las cosas pequeñas, sino en hacer las cosas nuevas”. En concreto, dentro de su campo de investigación, los nanomateriales, el objetivo es modificar la estructura de la materia tal cual la encontramos en la Naturaleza para conseguir que se comporte de forma distinta a lo habitual: sustancias opacas se vuelven transparentes, materiales estables pueden ser combustibles o sólidos que se convierten en líquidos a temperatura ambiente. No es, pues, una cuestión de tamaño sino de propiedades.
Esta revolución, que tiene aplicaciones en campos muy diversos, pero con especial importancia en la medicina y la producción energética, para que sea completa deberá ser, además, beneficiosa para todos. De ahí que Javier García, en su búsqueda de materiales abundantes y menos tóxicos que impulsen esta transformación del modelo, hable de una necesaria “democratización de las materias primas”.
Texto: José L. Álvarez Cedena
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