¿Cambiarán los videojuegos los métodos de enseñanza?



     En la universidad de Temple en Filadelfia Jordan Shapiro se ha ganado una merecida fama de profesor enrollado. Sus alumnos están acostumbrados a que desarrolle las grandes ideas de la filosofía occidental (de Carl Jung a Martin Heidegger) utilizando herramientas tan poco frecuentes como el Space Invaders, Angry Birds o Twitter. No hay constancia de que la fenomenología de Husserl tenga algún tipo de relación con el arcade, pero Shapiro se atreve con todo. Incluso a contradecir a Barack Obama. El presidente de Estados Unidos puso en marcha recientemente una iniciativa para que todos los niños y jóvenes del país tuvieran la posibilidad de aprender a programar. Defendía que estos conocimientos les proporcionarían la preparación adecuada para la nueva economía y los empleos que esta va a demandar. Una versión más sofisticada del clásico aforismo de las madres de "estudiar algo que tenga salidas". Shapiro, polemista brillante, no negaba a Obama la importancia de que los niños aprendieran a escribir código, sino que asegura que la experiencia no debe impulsarse por sus oportunidades laborales, sino porque es enriquecedora en sí misma, como lo es aprender a tocar el piano.

     Doctor en Psicología, Shapiro publica una columna en la revista Forbes titulada "Filosofía Geek", en la que escribe sobre el aprendizaje a través de los videojuegos y la importancia que la tecnología tiene sobre nuestra forma de interpretar el mundo. Para él los videojuegos, en lugar de representar un ocio pernicioso que terminará por estropear el cerebro de las nuevas generaciones, son un ritual muy importante para los niños: "Cuando estás en la sinagoga, en la mezquita o en la iglesia estás representando una historia, en la misma medida en que representas una historia cuando juegas un videojuego".

     La principal preocupación de Shapiro es cómo llevamos a cabo la transmisión de conocimientos y cómo conseguimos que los niños y jóvenes se sientan atraídos por la posibilidad de aprender. “La energía que se respira en el campus universitario durante las fechas de exámenes finales es una violación de los derechos humanos”, asegura, “nadie debería ser sometido a esa indignidad”. Los videojuegos, según Shapiro, pueden convertirse también en una nueva herramienta de evaluación en los entornos educativos: siguiendo la lógica de los juegos, si eres capaz de superar un nivel es que estás preparado para acceder al siguiente. Eso sí, siempre y cuando los alumnos participen en el proceso, porque la generación “cabeza de bloque”, como ha bautizado a los niños que hoy juegan a Minecraft, “va a querer que todo tenga capacidad social, creativa e interactiva”.

Texto: José L. Álvarez Cedena

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